jueves, 17 de enero de 2013

Necrológica del Conde de la Conquista




NECROLÓGICA DEL EXCMO. SR. DON JULIO DE PRADO Y COLÓN DE CARVAJAL, CONDE DE LA CONQUISTA,
SECRETARIO GENERAL DE LA SACRA Y MILITAR ORDEN CONSTANTINIANA DE SAN JORGE


Amadeo-Martín Rey y Cabieses

Doctor en Historia
Vice-Auditor General y Consejero de la Real Diputación de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge


El pasado día 29 de diciembre de 2012 falleció en Madrid don Julio de Prado y Colón de Carvajal Valdés y Colón, Conde de la Conquista. Ayer, 14 de enero de 2013, se celebró el funeral por su eterno descanso en la madrileña parroquia del Bautismo de Nuestro Señor.

Si todos y cada uno de nosotros somos únicos e insustituibles, esta máxima se cumple de manera sublime en la persona de Julio. Sabiendo que yo soy español y peruano, muchas veces me decía: “Amadeo, tú me comprendes bien, porque ambos somos criollos americanos”, es decir descendientes de españoles radicados hace siglos en América del Sur: españoles de allende los mares, en definitiva. Julio se sentía y era muy español, pero no se sentía menos americano. De ilustre prosapia chilena, había nacido en Madrid el 1 de noviembre de 1928, hijo del diplomático don Julio José de Prado y Valdés y de doña María del Pilar Colón de Carvajal y Hurtado de Mendoza, Marquesa de Castiglione de Aragón. Su amor por Chile le llevó a hacer el servicio militar en ese país. Su abuelo chileno don Julio de Prado y Amor, historiador y abogado, fue sucesivamente Gobernador de Taltal, Intendente de Antofagasta y luego de Atacama, Alcalde de Santiago, Diputado por Copiapó, Chañaral, Vallenar y Freirina y finalmente Ministro de Justicia e Instrucción Pública de Chile.
Descendía Julio de Bárbola Coya casada con el conquistador don García Díaz de Castro, y prima hermana de la ñusta, es decir de la princesa inca Beatriz Clara Coya, nieta de Manco II
Inca y sobrina de Túpac Amaru I, única heredera de la rica encomienda de Yucay, que casó en 1572 con un sobrino de San Ignacio de Loyola, el caballero de la Orden de Calatrava don Martín García de Loyola. Varias veces comentamos Julio y yo del fantástico cuadro que hay en la antesala de la sacristía de la Iglesia de la Compañía de Jesús de la bella ciudad peruana de Arequipa, que refleja ese matrimonio, tronco de los Marqueses de Santiago de Oropesa. Según Luque Colombres Bárbola era “sobrina del Rey Inca del Perú, de la estirpe Imperial de Los Incas, hija de Huira Cápac y de su mujer, Huacca Coya; nieta de Manco Inca, Emperador del Perú y de su mujer, Coya Raba Ocllo, y nieta de Huaina Cápac, Emperador del Perú, y de Pacha, Princesa real, hija de Hatun Toqui, Rey de Quito.
También descendía Julio de José Miguel de la Carrera, Juan de Garay, Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Moctezuma, Cristóbal Colón, Jorge Manrique, sobrino del maestre de Santiago Rodrigo Manrique, Conde de Paredes de Nava, etc. España y América siempre, en su pasado, y en su presente. Mucho de Chile pero también del Perú. Recuerdo cómo me hablaba de los vínculos de su familia con la propiedad de la Plaza de Toros de Acho, en Lima, la más antigua de América.

Y por cierto, su hijo Julio, Barón de Monte Villena, se casó con una peruana, doña Verónica Díez Dibós, y precisamente uno de sus nietos leyó después de la Misa de Difuntos una emotiva nota de su propia autoría en la que se declaraba español, peruano y chileno, aunando en sí linajes de uno y otro lado del océano. Siempre me acordaré cómo me contaba que al llegar al Club Nacional, mi club en Lima, donde se celebró el banquete de la boda de su hijo Julio, mi tío José Cabieses, hermano de mi madre y viejo amigo suyo, le acompañó en un exhaustivo recorrido por el palacio limeño que alberga esa antigua institución fundada en 1855. “El club es magnífico, Amadeo”, me decía, “pero me perdí el aperitivo perdido entre tanto salón”. Julio y sus historias sin fin que tantas veces me arrepentí de no grabar.

Pues sí, Julio era imponente por su facha, elegantísimo siempre. Pero una de las virtudes que más cautivaban en su persona era su prodigiosa memoria y su enorme capacidad para contar historias y para escribirlas, aunque muchos le animábamos en vano a que redactara sus memorias que, sin duda, serían verdaderamente interesantes. Así lo decía también el sacerdote que celebró su funeral, y tenía razón.
Ahora que ha fallecido, puedo y debo contar algo que le retrata como persona y que constituye la esencia de su personalidad leal y sincera. Hace años, cuando S.A.R. el Infante Don Carlos, al que Julio quería de verdad con un afecto sin duda correspondido, me hizo el honor de pedirme que formara parte del gobierno de la Orden Constantiniana como Vice-Auditor General de la misma, me habló de Julio. El Duque de Calabria me explicó por qué tenía tanto aprecio por el Conde de la Conquista: porque le decía siempre la verdad, aunque fuera dura. Esa lealtad, esa franqueza, respetuosa pero desnuda de todo artificio, es la que anhelan los príncipes y es la que Julio Conquista ofrecía, con toda fidelidad y devoción, al Gran Maestre de la Orden Constantiniana. Por eso y por esa larga amistad el Infante y la Duquesa de Calabria estaban presentes en el presbiterio durante su funeral, y en la nave también SS.AA.RR. los Duques de Noto y S.A.R. la princesa Doña Cristina de Borbón-Dos Sicilias con su marido don Pedro López-Quesada. Y el Gobierno de la Orden Constantiniana representado por su Vice-Gran Prefecto el Duque de Huéscar, su Gran Canciller el Embajador don Carlos Abella y Ramallo, y su Vice-Gran Tesorero don Florencio Álvarez-Labrador y Sanz, además de quien esto escribe.

Durante su larga vida, aunque para sus familiares y amigos nunca será lo suficientemente dilatada, hizo muchas cosas y conoció a infinidad de personajes de diversos ámbitos. Fue campeón de España de Tiro de Pichón en 1955. Gran amante de la naturaleza, que como buen cazador defendió con uñas y dientes, fundó la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (ADENA) con el extraordinario naturalista que fue don Félix Rodríguez de la Fuente. Corría el año de 1968 y más tarde se integraría en la World Wildlife Fund (WWF). Con Félix Rodríguez de la Fuente poseyó la empresa Natura Films, siempre dedicada a la comunicación y formación sobre la vida animal.

Julio fue Caballero de la Orden de Santiago, o del hábito de Santiago como gustaba decir. Ese hábito, blanco y con la roja cruz en el centro, se colocó en un túmulo ante el altar donde se celebró el funeral de corpore in sepulto. Julio era caballero no sólo de nombre sino también de hechos. Se le reconoció recibiendo la Gran Cruz de Honor y Devoción de la Soberana Orden Militar de Malta -para la que consiguió la representación diplomática en España con rango de Embajada-, la Real en Insigne Orden de San Genaro, la Gran Cruz de Justicia de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, de la que fue hasta su muerte Secretario General y Consejero de su Real Diputación, la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica, o la delegación de la Real Maestranza de Caballería de Valencia, de la que era maestrante. Fue además decano del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid.

Por su linaje materno baste recordar que era nieto de don Manuel de Carvajal y Hurtado de Mendoza Téllez-Girón, XVII Marqués de Águilafuente, y de doña María del Pilar Colón y Aguilera de la Cerda, Duquesa de la Vega, hija a su vez de don Cristóbal Colón y de la Cerda, XV Duque de Veragua, y de doña Isabel de Aguilera y Santiago de Perales, hija ésta de los Marqueses de Benalúa.

Sobre su epitafio podrían escribirse muchas cosas. Mi amigo Fernando de Prado y Pardo Manuel de Villena, hijo suyo, me decía que era a la vez bondadoso e irónico, y es cierto. Pero ¿no fue acaso uno de los últimos auténticos y genuinos caballeros hispanoamericanos? Descansa en paz, querido Julio, y desde allá arriba sigue protegiendo a tu familia y queriendo a tu mujer, doña Isabel Pardo-Manuel de Villena y de Verástegui, condesa viuda de la Conquista.

Madrid, a 15 de enero de 2013